Ya está aquí mi pequeña, esa que me hacia hablar de impaciencia, de alegría,..., esa que durante nueve meses me llenó de ilusión, a la que imaginaba y ya quería antes de conocerla.
Sabía que era algo único, y era consciente del amor incondicional que por ella íbamos a sentir su papi y yo, pero no me imaginaba hasta que punto podría querer tanto a alguien y sentirme tal feliz tan solo con ver su cara; y es que algo tan pequeñito consigue llenar todos y cada uno de los espacios de mi vida, sin dejar uno solo vacío.
En pocas horas sentí como ya estaba llegando a mi vida, al mundo, y cada uno de los movimientos que la acercaban más a mi me hacían superar el dolor y el cansancio que implica dar vida, porque conforme yo se la iba dando a ella, sentía como poco a poco ella iba llenando ya la mía.
Ahora nos toca aprender a los tres, a nosotros dos de ella y a ella de nosotros.
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